Publicado por
Vrinda Guatemala
domingo, 10 de octubre de 2010
El trabajo con excelencia enriquece y ennoblece al hombre, y le permite encontrarse con Dios. El pensador francés del siglo XVIII Jean Jacques Rousseau sostenía que el trabajo constituye un deber imprescindible para el hombre. El ocio es una ofensa a la humanidad, en tanto que el trabajo aleja de las personas tres grandes y espantosos males: el tedio, el vicio y la miseria, y contribuye al progreso de las naciones y al bienestar social. Él afirmaba que el hombre feliz es el que trabaja y pugna por realizar su trabajo con excelencia. Todo trabajo lleva en sí su recompensa, alegra el espíritu, brinda la economía necesaria para vivir y evita que la existencia sea solitaria. Sin embargo, cuando éste absorbe demasiado, ya no es tan bueno. El trabajo debe enriquecer al hombre y permitirle ejecutar otras actividades importantes, como atender a la familia, a las amistades; y, sobretodo, encontrarse consigo mismo y con Dios. No se debe vivir sólo para el trabajo, el dinero y el placer. Cuando uno pone todo su empeño en el trabajo, alcanza la mejor calidad. La calidad es una actitud, un estado mental, un concepto que se refleja no sólo en el lugar de trabajo, sino en todos los ámbitos de la vida.
El Señor Krsna en El Bhagavad Gita, 5.7 dice: “Aquel que trabaja con devoción, que es un alma pura y que controla la mente y los sentidos, es querido por todos, y todos son queridos por él. Aunque esa pesona siempre trabaja, jamás se enreda”. |
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