La meta del dar |
Cada vez que el Viajero Inbound entra en contacto con una persona, le da algo, una sonrisa, una palabra amable, una flor, una oración. En realidad, las formas más poderosas de dar no son materiales. Obsequios como: interesarse, prestar atención, dar afecto, aprecio y amor a los demás, son los más preciados que se pueden dar, y no cuestan nada. Cuando nos encontremos con alguien, enviémosle en silencio un buen deseo por su felicidad, alegría y bienestar. Esa forma de generosidad silenciosa es muy poderosa. El Viajero Inbound nunca visita a nadie sin llevarle un regalo. Uno podría preguntarse: “¿Cómo puedo hacerles regalos a los demás si no tengo suficiente ni siquiera para mí?” Podemos regalar una flor, una sola flor. Una nota o tarjeta que exprese algo sobre nuestros sentimientos hacia la persona a quien visitamos. Podemos llevar un elogio, una oración. Tomemos la decisión de dar algo en todo lugar a donde vayamos, y a quien quiera que veamos. Mientras estemos dando, estaremos recibiendo. Cuanto más demos, más confianza tendremos en los efectos milagrosos de este principio. Y a medida que recibamos más, también aumentará nuestra capacidad para dar. La meta de practicar este maravilloso principio es ofrecerle al Señor Supremo una flor, una fruta, un poco de agua, lo cual nos vinculará de inmediato con Él. El Señor Krishna en El Bhagavad Gita dice: “Si alguien Me ofrece con amor y devoción una hoja, una flor, una fruta o agua, Yo la aceptaré… De ese modo te librarás del cautiverio del trabajo y sus resultados auspiciosos y desfavorables. Con la mente fija en Mí y siguiendo ese principio de renunciación, te liberarás y vendrás a Mí.” Nuestra verdadera naturaleza es de prosperidad y abundancia; somos naturalmente prósperos porque la naturaleza y el Señor Supremo satisfacen todas nuestras necesida¬des y deseos. No nos falta nada. Somos intrínsecamente ricos independientemente de cuánto dinero tengamos, porque la fuente de toda riqueza es la conciencia pura que sabe cómo satisfacer cada necesidad nuestra, incluyendo la alegría, el amor, la risa, la paz, la armonía y la sabiduría. Si vamos en pos de esas cosas primero, no solamente para nosotros mismos, sino para los demás, nos llegará todo espontáneamente. Tal como lo ilustra la siguiente historia: Un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, que ganaba año tras año, el concurso al mejor producto. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos. - ¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con sus vecinos, si usted también entra al mismo concurso año tras año? -preguntó el reportero. - Verá usted, señor -dijo el agricultor- el viento lleva el polen del maíz maduro, de un sembrío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de inferior calidad, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío. Si voy a sembrar y obtener buen maíz debo ayudar a que mi vecino también lo haga. Lo mismo sucede con otras situaciones de nuestra vida. Quienes quieran lograr el éxito, deben ayudar a que sus vecinos también tengan éxito. Quienes decidan vivir bien, deben ayudar a que los demás vivan bien, porque el valor de una vida se mide por las vidas que toca. Y quienes optan por ser felices, deben ayudar a que otros encuentren la felicidad, porque el bienestar de cada uno se halla unido al bienestar de todos. |
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